Con el intimidante número 33
sobre mi torta de cumpleaños. Es una cifra escabrosa. Quiere decir que uno ha
alcanzado la “Edad de Cristo”. Que tiene la misma edad que Jesús tenía cuando
ya había anunciado la buena nueva, revivido muertos, multiplicado alimentos,
convertido agua en vino, sanado paralíticos y leprosos, calmado tempestades,
desafiado al orden imperante, caminado sobre el agua y salvado a la humanidad;
cuando ya había sido traicionado y asesinado, cuando ya había resucitado y se
había ido al cielo.
Es una edad mítica para mucha gente, porque se dice que
a esa edad murieron personajes como
Alejandro Magno. Algunos afirman que también murió con 33 años César
Borgia, pero en El príncipe del Renacimiento, José Catalán Deus, del
que me fío, escribe que murió con 31. En esta nómina de ilustres también se
añade a veces a José Antonio Primo de Rivera y el ya mencionado Jesús.
Sin embargo, los 33 años sigue siendo una edad mítica, y yo
he oído a mucha gente con 33 años decir, orgulloso: “Tengo la edad de Cristo.”
Pero ¿qué significan para mí los 33 años? Significa una razonable madurez en un
buen cuerpo (inserte carcajadas si les provoca). Si no recuerdo mal
Aristóteles, en su Retórica, decía que la madurez del cuerpo se
encontraba entre los 32 y los 36 años, mientras que la del alma estaba entre
los 46 y los 50. Una vez me preguntó un amigo cuál prefería yo, y respondí que
la del alma, pero luego lo pensé mejor y llegué a la conclusión de que lo ideal
es una buena media. De todos modos, desconfío de la madurez porque no he
conocido a nadie maduro; todo el mundo hace aguas por todas partes. Pero
supongo que a algo habrá que llamarlo madurez.
Entonces uno empieza a hacer balances y el debe parece muy pequeño en
comparación con el enorme haber. Me despierto con treinta y tres años y nadie
me llama “mesías”. No tengo discípulos (solo seguidores en twitter del cual un
90% nose quienes son). No multipliqué alimentos (más bien, tiendo a reducirlos
vorazmente). No resucité ni un SeaMonkey. No caminé sobre el agua (ni siquiera
haciendo esquí acuático). Nadie cree que sea el Salvador de la Humanidad, ni
siquiera que mi gambeta milagrosa sea la salvadora de Villa Dálmine o de
Excursionistas. Si alguien me crucificara ahora mismo, no dejaría a la
posteridad más que un poco de fotos en
mi Facebook y un poco de paja loca en mi twitter.
¿Siguen los 33 años representado lo mismo que hace cien, quinientos o mil años, cuando la expectativa de vida era otra? ¿Qué quiere decir que uno cumpla 33 años? ¿Que aún está en marcha hacia algún lugar o que ya debería comenzar a colgar diplomas, títulos y reconocimientos en la pared? ¿Y si todavía sigue dando vueltas en falso? ¿Y si no tengo ningún diploma, titulo y reconocimiento? ¿ o peor aun si no tengo Ni pared?
Si hoy debiéramos construir un nuevo Jesús, ¿a qué edad lo crucificaríamos? ¿Sería a los 27, como los muertos célebres de la música pop? ¿Sería antes? ¿Después? ¿A qué edad alguien ha alcanzado el punto alto de su vida y está preparado para sacrificarse por la Humanidad con bombos y platillos? ¿Pasarían la crucifixión por televisión al mejor reality show? ¿Quiénes serían los auspiciantes? ¿Habría publicidad en la cruz? ¿A cargo de quiénes estarían los relatos y comentarios? ¿La transmisión tendría unos segundos de delay, como la entrega de los Premios Oscar, para asegurarse de que nadie diga nada políticamente incorrecto? ¿Habría entretiempo? ¿Un Red Carpet? ¿Quién sería el crucificado? ¿El Pastor Jiménez? ¿Lilita Carrió? ¿Horangel? ¿Mel Gibson? ¿Kaled Pan? Proponga usted… y luego como seria el After Party?
¿Siguen los 33 años representado lo mismo que hace cien, quinientos o mil años, cuando la expectativa de vida era otra? ¿Qué quiere decir que uno cumpla 33 años? ¿Que aún está en marcha hacia algún lugar o que ya debería comenzar a colgar diplomas, títulos y reconocimientos en la pared? ¿Y si todavía sigue dando vueltas en falso? ¿Y si no tengo ningún diploma, titulo y reconocimiento? ¿ o peor aun si no tengo Ni pared?
Si hoy debiéramos construir un nuevo Jesús, ¿a qué edad lo crucificaríamos? ¿Sería a los 27, como los muertos célebres de la música pop? ¿Sería antes? ¿Después? ¿A qué edad alguien ha alcanzado el punto alto de su vida y está preparado para sacrificarse por la Humanidad con bombos y platillos? ¿Pasarían la crucifixión por televisión al mejor reality show? ¿Quiénes serían los auspiciantes? ¿Habría publicidad en la cruz? ¿A cargo de quiénes estarían los relatos y comentarios? ¿La transmisión tendría unos segundos de delay, como la entrega de los Premios Oscar, para asegurarse de que nadie diga nada políticamente incorrecto? ¿Habría entretiempo? ¿Un Red Carpet? ¿Quién sería el crucificado? ¿El Pastor Jiménez? ¿Lilita Carrió? ¿Horangel? ¿Mel Gibson? ¿Kaled Pan? Proponga usted… y luego como seria el After Party?
Supongo que de niños casi ninguno
de nosotros aspiró a ser Jesús, y quienes aspiramos a ser superhéroes no
tuvimos más remedio que declarar el fracaso. Los 33 años de Jesús amenazan
convertirse en una referencia lejana, ambigua, sólo otro número para que el
verdulero anote en la quiniela del barrio. Si la cultura occidental construyera
un icono a través del cual empatar la propia vida y ver en qué punto de la
escala se encuentra uno, ese icono seguramente no sería Jesús ni alguien
parecido a Jesús. Nuestra sociedad ha inventado un nuevo modelo en el cual
reflejarse. Nuestra sociedad ha inventado un nuevo mesías. Nuestra sociedad ha
inventado a Homero Simpson.
Y entonces llega la pregunta crucial, definitiva, central en la vida de todo hombre: ¿soy más viejo que Homero Simpson? No me jodas¡¿Y si soy más viejo que Homero Simpson?!
El problema es que tampoco hay demasiadas certezas sobre cuántos años tiene Homero Simpson. En la cuarta temporada decían que tenía 36; en la octava temporada tenía 38 y en la decimoctava temporada tenía 40. Pero la edad es imprecisa. No hay un Homero bíblico y un Homero histórico. Es, nuevamente, una cuestión de aceptación: ¿soy más viejo que Homero Simpson? ¿Tengo ya su calva? ¿Su barriga? ¿Sus aspiraciones? Y si es así, ¿qué?
Y entonces llega la pregunta crucial, definitiva, central en la vida de todo hombre: ¿soy más viejo que Homero Simpson? No me jodas¡¿Y si soy más viejo que Homero Simpson?!
El problema es que tampoco hay demasiadas certezas sobre cuántos años tiene Homero Simpson. En la cuarta temporada decían que tenía 36; en la octava temporada tenía 38 y en la decimoctava temporada tenía 40. Pero la edad es imprecisa. No hay un Homero bíblico y un Homero histórico. Es, nuevamente, una cuestión de aceptación: ¿soy más viejo que Homero Simpson? ¿Tengo ya su calva? ¿Su barriga? ¿Sus aspiraciones? Y si es así, ¿qué?
¿Hay que preocuparse entonces por cumplir años? Gila citaba a
su padre y decía que había que cumplir años “porque si no te mueres”. La gente
se come mucho la cabeza con los años, y no hablo sólo de gente mayor. Esto es
indiferente a las edades.
Acumular años sólo tiene una desventaja: darse cuenta de que ya no queda un
montón de tiempo por delante. Ser joven es estar en una cola, esperando turno
para comenzar la vida, “la vida con mayúsculas”, como solía decir una amiga
hace años. Hasta que de pronto y sin previo aviso, una mañana cualquiera uno
descubre que la vida (la que va con mayúsculas) comenzó hace rato y que ns
encontró sin siquiera con los zapatos puestos. Quizás por eso las cosas de
todos los días, las cosas que uno daba por sentadas, cobran otro color: un
beso, un abrazo, un silencio, una sonrisa a tiempo.
A estas alturas no creo que vaya a ser tan importante como
Jesús, Alejandro Magno, César Borgia o José Antonio Primo de Rivera. Tampoco
creo que me moriré con 33 años, si no que atravesaré esta edad como he hecho
con todas, escribiendo, leyendo, mirándolo todo con los ojos y los oídos bien
abiertos, comiéndome el mundo y alimentándolo con mis palabras.
PD: Tener 33 años no
cambia nada salvo aproximarse al ataque
cardíaco y al uso de pastillas para tensión diariamente. (párrafos tomados de
varios blog y algunos adaptados a mi realidad)
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